La daga es un arma blanca, de hoja corta y con guarnición para cubrir el puño y gavilanes para los quites, que suele tener dos cortes y doble filo. Su nombre proviene del latín vulgar daca y su tamaño es más corto que el de una espada, pero más largo que un puñal, oscilando entre 30 a 40 cms. de largo.
La daga se utilizaba como arma secundaria, complementando a la espada y con una gran capacidad para herir gravemente. Algunas dagas medievales tenían hojas rectas, mientras que otras tenían sus hojas diseñadas en forma de zigzag o curva, de manera que pudieran ser usadas y transportadas con facilidad en el campo de batalla.
Existen dagas de mano izquierda o «daga de vela», destinada a parar el golpe del adversario, quebrar la punta de la espada enemiga y herir a corta distancia con el ataque. Este tipo de arma nació en Italia, pero pronto se extendió al resto de Europa. En España, este tipo de daga llegó en el siglo XVII, con hoja triangular, ancho recazo, provisto de un rebaje para apoyar el pulgar, gavilanes rectos y cubre mano, curvado hacia la empuñadura, en forma triangular. La empuñadura era de madera recubierta por un torzal metálico.
También se conoce la daga de orejas, llamada así por la morfología de la empuñadura, rematada por los discos u orejas, que hacen la función de pomo. Frecuentemente, la empuñadura y la hoja forman una sola pieza; otras veces, la empuñadura tiene dos cachas de hueso o marfil.
La hoja suele presentar cuatro mesas y doble filo. Su aparición en Europa tuvo lugar en el Reino de Granada, durante el siglo XV, a finales de la Dinastía Nazarita.
Otra conocida es la daga estilete, que también recibió el nombre de «misericorde» (misericordia), comenzando a ganar fama durante la Alta Edad Media, donde era usado como arma secundaria por los caballeros para acabar con los caídos o los oponentes gravemente heridos que contaban con pesadas armaduras y que no se esperaba que sobrevivieran.
La hoja robusta y puntiaguda, podía atravesar con facilidad la mayoría de las mallas de eslabones o encontrar su camino a través de las placas pectorales o las coyunturas de la armadura de un caballero.
Un oponente seriamente herido, con escasas probabilidades de supervivencia, recibía entonces un misericordioso «golpe de gracia», de ahí el nombre de misericorde.