La formación de tortuga en la Antigua Roma era un orden de batalla utilizado comúnmente con escudos romanos , a modo de caparazón, por las legiones romanas durante el combate y en los asedios. La primera mención que se conoce de esta táctica es de Polibio en el siglo II a. C.
Esta táctica requería un gran entrenamiento y disciplina para que fuese efectiva, ya que protegía a los legionarios de forma excelente frente a los enemigos, permitiéndoles desplazarse sin miedo a ser alcanzados por flechas, dardos, lanzas y demás armas arrojadizas.
Su principal problema era una formación muy apretada y lenta, lo que hacía que los soldados tuvieran una gran dificultad en los combates cuerpo a cuerpo. Esta limitación quedó patente durante la batalla de Carras cuando los partos usaron arqueros a caballo mientras los romanos permanecían en formación regular.
Otros problemas radicaban en que las piernas y caras de la fila delantera estaban expuestas a que disparos prolongados con armas de largo alcance, como por ejemplo los arcos compuestos usados en Oriente, podían atravesar el scutum y ensartar la mano del soldado al escudo que sostenía, como ocurrió en Carrhae.
Flavio Josefo habló de la formación tortuga de los legionarios romanos durante el asedio de Jerusalén contra los judíos: «Se deslizaban las flechas sin dañar, y […] los soldados pudieron, sin riesgo, minar la muralla y prepararse para pegar fuego a la puerta del Templo».