Las espadas templarias no sólo eran utilizadas para atacar y defender, sino que eran la fiel compañera del caballero templario, en el día a día. Tenían la empuñadura en forma de cruz, una hoja recta, de doble filo y punta, diseñada y realizada con acero templado, duro y resistente que permitía la penetración a través de las cotas de mallas del enemigo.
El peso total de la espada templaria era de un kilo y medio aproximadamente, se manejaba con dos manos, por eso el nombre de “mandoble”, pero su equilibrio, perfecto a cuatro dedos de la empuñadura, la hacían un arma de una efectividad extraordinaria, tanto para atacar, como para defender, sobre todo en oposición a las armas curvas y cortas de los guerreros árabes, como por ejemplo las cimitarras.
Los Caballeros Templarios no sólo tomaron el camino de la religión, sino también el camino de las armas con fines altruistas, de protección de los más débiles y defensores de los valores humanos, en medio de un camino de sacrificio y de renuncia, que solamente monjes y guerreros podían emprender.
La literatura, las grandes gestas y, especialmente, la industria cinematográfica de Hollywood, ha recurrido siempre al tema de los templarios porque su éxito en taquilla está asegurado. Es un tema que «nunca pasará de moda» y sobre el que se han dicho muchas leyendas, muchas mentiras y muchas verdades.
Los «Milites Templi» fue la gran Orden Militar del Temple fundada en 1119 por nobles caballeros franceses, liderados por su primer Maestre, Hugo de Payens, como una cofradía asistencial con votos monásticos, al que sumó otro de tipo militar, para defender a los peregrinos de Jerusalén. Balduino II de Jerusalén les dio una residencia situada sobre el antiguo Templo de Salomón, adoptando así el nombre de Templarios.
En 1127 la orden fue reconocida por el Papa Honorio III y al año siguiente, bajo la protección del Cister, adoptó como regla una versión modificada de la Benedictina. Gracias al patrocinio de San Bernardo, a los que dedicó su conocida «De laude nova militiae ad milites Templi», los Templarios consiguieron importantes donaciones y una creciente influencia social, económica y espiritual.
Privado de sus señas de identidad y acusado de todo tipo de delitos, reales o inventados, el Temple seria disuelto por el Papa Clemente V en el Concilio de Vienne, pasando sus propiedades a los diversos monarcas o integrándose en otras órdenes militares.
En la Corona de Aragón tanto el Temple como el Hospital tuvieron presencia activa, fundándose en 1317 la llamada Orden de Montesa con los bienes incautados a los templarios. En los reinos Occidentales, en cambio, siempre tuvieron mucha más importancia las órdenes autóctonas, aparecidas en la segunda mitad del siglo XII.
También, en Castilla, surgió en 1158 la Orden de Calatrava, cuyos estatutos, aprobados en 1164, la hacían depender de la abadía cisterciense de Morimond. En León surgieron las órdenes de Alcántara (1156), también de filiación cisterciense, y de Santiago (1161), asociada a la congregación de canónigos de san Eloy. Respecto a Portugal, nacían en 1162 la Orden de San Benito de Avis y en 1319 la llamada Orden de Cristo.