La tortura en Occidente comienza en la Antigua Grecia y alcanza su periodo de máxima aplicación entre los siglos XII y XVIII. En la segunda mitad del siglo XVIII y principios del siglo XIX fue abolida en todos los sistemas judiciales europeos, pero aún hoy no ha desaparecido del todo, por lo que existen movimientos internacionales de lucha contra la tortura y la aprobación por la ONU en 1984 de la Convención contra la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes.
La tortura en la Edad Media hacía parte de los procedimientos judiciales, ya que se entendía por tortura el tormento, el sufrimiento corporal y el dolor empleados para “obtener la verdad”.
Los métodos de tortura más utilizados eran la flagelación, el castigo con barras, los azotes, los golpes con cadenas, etc.
La confesión era la única “prueba” que aseguraba la culpabilidad o inocencia del acusado. Era la reina de las pruebas, lo que condujo al aumento de la práctica de la tortura, como un procedimiento rutinario.
La tortura debía cumplir ciertos requisitos como no causar la muerte del reo o daños corporales permanentes, por lo que un médico debía estar presente durante la sesión, además de un notario para que informara que se habían cumplido todas las formalidades establecidas.
Las confesiones realizadas bajo tortura tenían que ser confirmadas después y si el reo se retractaba podía ser torturado de nuevo, porque la confesión original se valoraba como un nuevo indicio contra él. Cuando el reo confirmaba la confesión, el juez la aceptaba sin verificar los detalles y sentenciaba el caso.
Cuando el reo estaba en el calabozo o ante el tribunal que lo juzgaba, se le inmovilizaba los miembros del cuerpo, ya fueran las manos, los pies, el cuello, etc. Además de otros padecimientos.
Hasta existían los cinturones de castidad tanto para hombres como para mujeres. Aunque podría ser un mito, ya que estos instrumentos causarían infecciones y enfermedades graves en quienes los usasen.
Se creía que con estos cinturones se garantizaba la fidelidad de la mujer cuando el marido partía a la guerra. O que era una manera de proteger a las mujeres en la guerra ante las violaciones cuando eran capturadas por el enemigo.