Según la creencia popular, cuando los antiguos guerreros griegos marchaban a la guerra, su madre les decía: “Vuelve a casa con tu escudo o sobre él”. Esta frase, grabada en “Moralia”, ilustra la importancia que los guerreros griegos le daban tanto a su deber como a sus escudos.
El escudo de la antigua Grecia varió en tamaño y construcción a lo largo de los siglos. Durante el período del dominio espartano, el escudo estaba compuesto por un núcleo de madera cubierto con una lámina delgada de bronce. Era de forma circular y curvado hacia el cuerpo y tenía un peso de entre 6 y 10 kilos aproximadamente.
Los guerreros griegos, u hoplitas, preferían la movilidad en lugar de la completa protección que ofrecían los escudos más pesados. Sus escudos podían desviar los golpes de espadas y las estocadas de lanza, pero podían ser traspasados por las flechas y las jabalinas. Un guerrero obediente se mantenía firme y volvía a casa con su escudo. Si él moría, sus compañeros lo llevaban a su casa usando su escudo como una camilla. Volviendo con su escudo o sobre él, se demostraba que el hombre era valiente y le entregaba a su familia una herencia valiosa.