Las fiestas de pueblos en España, los populares mercadillos y otros eventos medievales son una ventana a un pasado fascinante. En estas celebraciones, es común ver calles y balcones adornados con estandartes medievales, banderas y toldos que nos transportan a la época de los caballeros, los gremios y las ferias comerciales. Estos elementos no son un simple adorno; recrean un pasado donde los estandartes eran cruciales en el campo de batalla y símbolos de identidad para la nobleza y los gremios de artesanos.
En el contexto actual, el ayuntamiento, las cofradías y las peñas se encargan de engalanar las calles con estos elementos para recrear el ambiente de las ferias medievales, un fenómeno económico que surgió en la Baja Edad Media. En aquella época, las ciudades crecían, y con ellas el comercio a larga distancia, la artesanía y las finanzas. Hoy, estos eventos nos permiten revivir una parte de esa historia.
Pero, ¿cuál es la verdadera historia detrás de estos pendones y banderas? ¿Qué significado tenían más allá de la decoración?
Tabla de contenidos
El Estandarte en el Campo de Batalla: Un Grito Silencioso
Durante la Edad Media, los estandartes y pendones eran mucho más que simples trozos de tela. Eran el grito silencioso de la batalla, un sistema de comunicación visual que permitía a las unidades militares identificarse y mantenerse unidas en el caos del combate. Desde el siglo X, los pendones eran usados por los caballeros en sus lanzas para señalar su presencia, como se menciona en el Cantar de mío Cid.

Las banderas tenían un uso predominantemente bélico. Eran la insignia de quien podía reunir un ejército: un señor, una ciudad, una orden militar o el propio rey. El pendón real, por ejemplo, era el más importante y acompañaba al monarca, mostrando las armas reales. Con el tiempo, las ciudades y villas recibieron sus propios «pendones concejiles», que simbolizaban el orgullo local. Perder uno en batalla era una gran deshonra, lo que demuestra su importancia estratégica y simbólica.
El Rol del Portaestandarte: Honor y Riesgo
Ser portaestandarte era un honor inmenso, reservado para los caballeros más valientes y dignos de confianza. Sin embargo, esta posición tenía un gran riesgo y una limitación importante: el portaestandarte no podía participar activamente en el combate. Su deber principal era sostener la insignia, sirviendo como punto de referencia para las tropas y marcando la posición de su señor. Esta visibilidad los convertía en objetivos clave para los enemigos, como se vio en la Batalla de Bosworth, donde Ricardo III mató personalmente al portaestandarte de su adversario.
La tarea del portaestandarte era agotadora y peligrosa. Debían estar atentos al viento y al terreno para evitar que el estandarte se enredara, y su posición inamovible significaba que dependían totalmente de la protección de sus compañeros. A pesar de los peligros y de la frustración por no poder unirse a la lucha, la labor de estos caballeros era crucial para mantener la cohesión del ejército en el campo de batalla.
Toldo para hacer sombra en mercado medieval
Más Allá de la Guerra: El Nacimiento de la Identidad Visual
Con el tiempo, el uso de emblemas se extendió más allá del ámbito militar. El arte de la heráldica, o ciencia del blasón, surgió durante las cruzadas para diferenciar y definir el estatus social de personas, familias, pueblos y regiones. Los blasones eran un testimonio de excelencia y honor, transmitiendo la identidad a través de figuras y emblemas.
A medida que la sociedad evolucionaba y surgían los gremios de oficios, estos grupos adoptaron el sistema heráldico. Esto dio lugar a la heráldica corporativa, donde comerciantes y artesanos crearon sus propios escudos y emblemas, desafiando el monopolio de la nobleza sobre la identidad visual. Estos emblemas no eran solo una cuestión de prestigio; también tenían una función práctica de control para evitar falsificaciones, y las marcas de los artesanos se registraban públicamente.
Gremios, Oficios y la «Marca» Medieval
Los blasones de los gremios solían incluir símbolos claros de su oficio: un pretzel para los panaderos, un buey y un hacha para los carniceros, o la serpiente para los cirujanos. Estos símbolos eran tan reconocibles que se utilizaban en fachadas, monedas y hasta para marcar fardos de lana. La estandarización era clave, y el diseño de estas «marcas» seguía un sistema regulado que definía formas, colores y figuras.

El diseño de estas marcas se podía clasificar en varias categorías:
- Marcas identificativas o representativas: Basadas en herramientas u objetos del oficio, como martillos para los herreros o tijeras para los sastres.
- Marcas onomásticas: Usaban las iniciales del nombre personal del artesano.
- Marcas abstractas: Creadas a partir de estructuras geométricas.
- Marcas heraldizadas: Combinaban las marcas anteriores dentro de un escudo.
- Marcas simbólicas: Incorporaban elementos religiosos o esotéricos.
Las familias también realizaban variaciones, conocidas como «brisuras», para diferenciar a los padres de los hijos o a las ramas familiares. Esta práctica, similar a la de la nobleza, permitía perpetuar la herencia profesional. En muchos casos, la marca debía incluir también las armas de la ciudad de origen, unificando el prestigio del oficio con el de la ciudad.
Estandartes y Torneos: Boato y Linaje
A partir del siglo XIV, los torneos evolucionaron de ser un mero entrenamiento militar a grandes espectáculos de ostentación. La heráldica y los estandartes jugaban un papel fundamental. Los caballeros debían demostrar su linaje, y los heraldos proclamaban su ascendencia mientras exhibían los blasones en sus escudos, armaduras y en las gualdrapas de sus caballos. Las armas se exhibían en los aposentos de los caballeros y en un árbol especial en el sitio del torneo.
Los torneos eran la oportunidad perfecta para que un caballero mostrara públicamente sus cualidades marciales, su cortesía y su nobleza. Eran eventos sociales que duraban varios días, con música, banquetes y desfiles. La presencia de las damas añadía un elemento romántico, impulsando aún más a los caballeros a demostrar su valentía.
Los estandartes medievales, desde su función crucial en el campo de batalla como guías y símbolos de honor, hasta su papel en la construcción de identidades corporativas para los gremios, representan un sistema de comunicación visual sofisticado. Su legado sentó las bases para los conceptos de identidad de marca que conocemos hoy en día. Si buscas recrear esta fascinante época en tu propio balcón, feria o evento, puedes encontrar una gran variedad de diseños que te ayudarán a capturar la esencia de la Edad Media.
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