Una katana es una obra de arte en estado puro. Sus lacados, sedas y oro se mezclan armoniosamente con su afilado acero, su liviano peso, su contundente corte, su precisión y su maniobrabilidad. Por todo esto, eran consideradas la más preciada posesión del Samurai. No sólo se usaban como armas sino también como espadas ceremoniales. Las más apreciadas eran el «Tachi», la «Katana’ y el «Wakizashi». El Tachi es algo más curvada y un poco más larga que la katana.

También se ofrecían como regalos exquisitos, porque en sus empuñaduras se incrustaban metales y piedras preciosas. Por tamaño sería, de más larga a más corta, el Tachi, la Katana, el Wakizashi y el Tanto.

Entre los coleccionistas de arte y de espadas, las katanas son de imprescindible adquisición. Actualmente se fabrican combinando sus diseños tradicionales con materiales modernos, como las hojas de acero inoxidable 440, empuñaduras lacadas con atractivas combinaciones de colores. En España se fabrican con el famoso acero toledano (Toledo) y son famosas por su calidad, por ser fieles a las originales y por su buen precio.

La Katana, más larga, era destinada al combate en el exterior y el Wakizashi, más corto, era destinado al combate a corta distancia. Otra de las armas del Samurai era el Tanto, más pequeño que las otras dos. Todas ellas eran emblemas de valor, honor, autoridad y fuerza.

Los Samurai eran los guardias del palacio imperial que portaban espadas, contaban con el auspicio de un señor a quien servían y éste les proveía con el equipo necesario. Los samurai se regían por un estricto código ético conocido como el código del Bushido.

El honor y la fidelidad a su señor contenían los valores más altos de un samurai. Debían ser totalmente fieles al emperador, aunque esto supusiera dar su propia vida.

Al cumplir los 15 años, en una ceremonia conocida como Genpuku, el niño recibía un nombre de adulto y se convertía en samurai. Esto le daba derecho a portar una katana, aunque comúnmente estaba asegurada con cuerdas para evitar su desenvaine accidental.
Katana y wakizashi (espada de menor tamaño que la katana que utilizaban como arma auxiliar), servían tanto para proteger el honor de su portador, como para ejecutar el Seppuku, juntos eran conocidos como daisho, que significa, literalmente, grande y pequeña.

El hecho de estar sujeta con amarres complicados para evitar el desenvaine accidental, se debía a la creencia de que un portador de katana era un señor dador de vida o muerte; si se desenvainaba una katana se debía usar, y se decía que el alma de una katana reclamaba una víctima en compensación de haberla despertado (desenvainado).

Desde el siglo XII, no existía en Japón tesoro más grande que esas espléndidas katanas. Los armeros japoneses que las fabricaban, empezaban su trabajo con una limpieza ritual de cuerpo y mente. Vestían de blanco, hacían dietas estrictas y prescindían de los placeres que pudieran distraerles de sus letales obras maestras.

Colgaban papel de arroz por toda la forja para ahuyentar los malos espíritus, y podían tardar dos años de meticuloso trabajo por una sola katana, hasta conseguir el grado adecuado de dureza, flexibilidad y filo, con su hermoso diseño. El herrero presentaba su creación al Samurai, quien le daba un nombre propio a su espada.

Su cuidado es tan importante que se pueden comprar cajitas con kit de limpieza para katanas, que incluye: Martillo de metal (mekugi), aceite vegetal (koji), papel de arroz (harai gami), bola de polvo no abrasivo (uchiko) y tela suave para su mantenimiento (erufu).

