La Orden de los Caballeros Templarios fue una de las más importantes y poderosas que surgieron durante las Cruzadas. Fundada en el año 1118 con el propósito de defender los Santos Lugares de las fuerzas musulmanas que trataban de reconquistarlos. Los Caballeros Templarios llegaron a tener en su poder prácticamente toda la infraestructura política y financiera de los Santos Lugares y de Las Cruzadas y fue la orden militar más poderosa de la Edad Media.
Entre las revelaciones del Archivo Secreto Vaticano se ha sabido que los Caballeros Templarios no incurrieron en la herejía de que se les acusó injustamente, ya que el proceso fue manipulado por el entonces rey de Francia. Los documentos originales del proceso contra los Templarios, encontrados en el Archivo Secreto Vaticano, demuestran que fueron infundadas las acusaciones de herejía, aunque constatan que vivieron un proceso de degradación de su espíritu original.
En su origen, los Templarios eran un grupo de nobles caballeros que voluntariamente vivían en el Santo Sepulcro, en Jerusalén, ofreciendo sus cualidades como guerreros y hombres de fe para defender a los peregrinos que viajaban a Tierra Santa. Gracias a la mediación de San Bernardo de Claraval, el Papa Honorio II aprobó la fundación de la Orden Templaria en el Concilio de Troyes de 1129.
El rey de Francia, Felipe el Hermoso, al borde de la bancarrota, buscó apropiarse de los bienes de la Orden y para lograr este objetivo, en 1307, se apoyó en la Inquisición de Francia presentando la falsa acusación de herejía. Muchas de las presuntas confesiones se obtuvieron mediante tremendas torturas.

Según las actas conservadas en el Archivo Secreto Vaticano se sabe que la disciplina primitiva del Templo y su espíritu auténtico se habían corrompido con el paso del tiempo, abriendo paso a las malas costumbres, pero de ningún modo se habían convertido en herejes y el proceso fue un medio para apropiarse de su patrimonio.
La detención y enjuiciamiento de los Templarios por parte de Felipe el Hermoso fue totalmente ilegal, pues sólo el Papa tenía facultad para investigar sobre una orden religiosa de la Iglesia de Roma, como era precisamente la de los Templarios.
El Papa Clemente V fue sometido al chantaje del rey quien le amenazó con abrir un cisma en caso de que no suprimiera la Orden. El pontífice suprimió la Orden sin pronunciar una sentencia el 3 de abril de 1312 publicando la bula “Vox in Excelso” donde la Orden del Temple quedó prohibida para siempre.
En el Concilio de Vienne de 1312 pidió que se declarara en las actas que el proceso no había aportado pruebas contrarias de herejía contra ellos.
Desde la supresión del Templo, Felipe II obtuvo con esta injusticia la doble ventaja de no pagar la gran deuda que había contraído con los Templarios y, al mismo tiempo, confiscar la riqueza de la rica y poderosa Orden.