Para la mayoría de los guerreros vikingos la armadura en acero les resultaba demasiado cara. Además, una cultura que ponía el énfasis sobre la bravura en el combate y la despreocupación por el dolor no tenía demasiado en cuenta el uso de protecciones.
Sin embargo, los vikingos con recursos o los más precavidos podían llevar varias formas de armadura. Más elaborada, dependiendo de los recursos del guerrero.
La más cómoda de las armaduras escandinavas era un pesado conjunto de pieles y cueros. Después de todo, los fríos del norte hacen de estas prendas una necesidad práctica. Un buen conjunto de pesadas pieles puede aminorar el impacto de algunos golpes, y el cuero endurecido puede detener flechas e incluso tajos de dagas.
Puesto que el material era barato y fácilmente adquirible, los guerreros vikingos solían optar por este tipo de armadura. A veces llegan al repujado y tachonado con elementos en acero, pero es menos frecuente.
Luego, con el paso del tiempo, la armadura vikinga en cuero fue ganando en estética y ornamentación, llegando a ser más habitual entre los gurreros vikingos, hasta convertirse en habitual combinándola con el acero.
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