El brial, una prenda emblemática de la indumentaria medieval femenina, es mucho más que un simple vestido. Es un fascinante lienzo que nos habla de la sociedad, los valores y la creatividad de las épocas pasadas. A menudo, la percepción popular del brial está alejada de su realidad histórica, por lo que hoy nos sumergiremos en sus detalles más profundos, desde su confección hasta su significado social, basándonos en los estudios más rigurosos.
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¿Qué era exactamente el Brial? Definición y Evolución Histórica
El término «brial» tiene sus raíces en el «bliaut» francés del siglo XII. Originalmente, el bliaut femenino del siglo XII se describía como un vestido con cuello redondo, a menudo adornado con bordados. Sus mangas eran ajustadas hasta el codo, para luego abrirse en forma de campana, volviéndose extremadamente anchas en la muñeca. La falda era larga, llegando hasta el suelo. Una característica distintiva era cómo se ajustaba al cuerpo: se ataba por los costados, lo que creaba un efecto fruncido en la parte media del cuerpo.
Es importante señalar que existían variaciones significativas en los bliauts entre diferentes países e incluso dentro de las representaciones en las catedrales francesas. Con el tiempo, el concepto de brial evolucionó, adaptándose a las modas de los siglos XIII, XIV y XV, periodos para los que es apto en recreaciones actuales.
Existe cierta ambigüedad en las fuentes sobre si el brial era una prenda interior o exterior. Algunas descripciones lo definen como una prenda exterior, similar a una saya básica pero más rica en tejidos y con mayor vuelo y cantidad de tela. Sin embargo, otras fuentes lo catalogan como una «vestidura de debajo» o indican que podía ser tanto una prenda interior como exterior.
Durante la Reconquista, sobre todo desde el siglo XI, se llevaban dos o tres piezas superpuestas a modo de túnicas (la túnica y la loba o sayo sin mangas, además de la camisa) siendo por lo común la superior de ellas el brial, pieza de mangas ajustadas que en sus puños y escote se adornaba con bordados geométricos o espirales.

Para las mujeres, el brial era una prenda larga que llegaba a arrastrar por el suelo. Se abrochaba con cordón, ajustándose al cuerpo desde por debajo del pecho y abriéndose en faldones por los lados. También se daban diseños estampados cubriendo toda la prenda.

Materiales y Colores: Reflejo de Estatus y Economía
La elección de los materiales y colores para un brial no era casualidad; era un claro indicador de la condición social y el poder adquisitivo de quien lo vestía. Los briales destinados a la nobleza se confeccionaban con telas ricas y lujosas, como el ciclatón y el samito. Además, se podían elaborar en diversos tejidos como algodón, paño de lana, lino o seda. El uso de la seda era especialmente popular y se le atribuía una gran resistencia. En Cataluña, la producción de lana era predominante, aunque existían importantes conexiones comerciales con centros de seda como Génova a través de Barcelona.

En cuanto a los colores, los briales se ofrecían en tonos como marrón, azul, verde, granate, ocre y mostaza. Los moralistas medievales, como Francesc Eiximenis, a menudo criticaban el lujo en el vestir, incluyendo el uso de joyas y colores caros, lo que refleja la importancia simbólica que tenían. Curiosamente, el negro se convirtió en el color de las viudas en Cataluña y se buscaba cualquier pretexto para llevarlo, incluso para lutos de parientes lejanos.
Las pieles también eran un elemento de lujo y estatus. El armiño era la piel más utilizada en el siglo XV y se menciona con frecuencia en los documentos y novelas de la época. Otras pieles, como la de nutria, aunque populares en otras partes de Europa, apenas aparecen en la documentación catalana.
El Brial en la Sociedad Medieval: Mensajes Velados y Roles Femeninos
La ropa en la Edad Media no era solo una cuestión de vestirse; era un lenguaje no verbal, un «libro de semiología y símbolos» que revelaba la forma de pensar, los valores y la moralidad de la época.
Las mujeres nobles, en particular, debían presentarse «perfectamente acicaladas» en público, junto a su familia y acompañantes, para representar dignamente su linaje. Esta búsqueda de ostentación por parte de la nobleza a menudo entraba en competencia con la emergente burguesía, que también buscaba mostrar su riqueza a través de su vestimenta.
Las mujeres medievales estuvieron intrínsecamente ligadas a las labores textiles. Se sabe que, bajo la dirección de la esposa del señor, las mujeres trabajaban tejiendo o preparando fibras de alta calidad como sedas, oro y perlas en lo que se conocía como «gineceo». No obstante, es difícil determinar si estas producciones caseras eran solo para uso propio o también para la venta.
La «Querella de las mujeres», una corriente filosófica del siglo XV, incluso vio a autoras como Christine de Pizan defender el derecho de la mujer a vestirse y usar la indumentaria como una forma de expresión personal. Sin embargo, la sociedad y los moralistas mantenían una visión estricta. Francesc Eiximenis, por ejemplo, dedicaba capítulos enteros de sus obras a dictar cómo debían vestirse las mujeres, criticando el orgullo y la vanidad, e incluso mencionando el uso frecuente de maquillaje y el cuidado con las joyas. La «alfarda», una prenda para reducir o cubrir el escote, se menciona como un elemento que podía ser tanto práctico como ornamental.
El manto, una prenda lujosa y práctica, era un complemento común del brial, utilizado tanto por hombres como por mujeres. A menudo estaba confeccionado con telas ricas y forrado con piel, como armiño.
Es importante tener en cuenta que las representaciones de la moda medieval en la ficción actual, como las novelas históricas, a menudo trasladan ideas y valores contemporáneos sobre la libertad femenina y la sexualidad a épocas pasadas, lo que puede generar anacronismos y una visión distorsionada de la realidad histórica. Si bien estas obras pueden esmerarse en la reconstrucción de detalles materiales, a menudo fallan en reflejar las estructuras mentales y los complejos códigos sociales de entonces.

Los faldones (que para algunos, constituyen el verdadero brial como se ha dicho para los hombres de armas) se suprimieron o redujeron notablemente desde mediados del siglo XV quedando el cuerpo superior o jubón solo o con pequeñas faldillas y combinado entonces con las calzas enteras.
El Brial en la Recreación Histórica: De la Investigación al Detalle
Para aquellos interesados en la recreación histórica, el brial medieval de mujer es una pieza fundamental. Las guías especializadas y la documentación rigurosa son clave para vestir con propiedad y fidelidad. La confección de un brial auténtico requiere indicar preferencias de diseño y, crucialmente, las medidas exactas.
Es vital reconocer que lo que hoy se vende comúnmente como «brial» en tiendas online puede diferir significativamente del «bliaut» histórico del siglo XII. De hecho, algunas de las versiones modernas se asemejan más a ciertos vestidos renacentistas italianos que al brial medieval original. La investigación continua en indumentaria medieval es esencial, ya que, aunque a veces se la considere un campo menor, es un área rica en información por descubrir y permite datar obras de arte al ofrecer una comprensión visual de una época.
En definitiva, el brial medieval es mucho más que una prenda de vestir. Es una ventana a la compleja y fascinante realidad de la Edad Media, un recordatorio de cómo la moda era (y sigue siendo) un espejo de la sociedad y sus constantes transformaciones. Si estás buscando adquirir un brial o cualquier otra pieza de vestimenta medieval para recreación, teatro o simplemente para coleccionar, asegúrate de visitar tiendas especializadas que ofrezcan réplicas fieles y de calidad.








