El corset o corsé aparece en Occidente en el siglo XVI, al popularizarse su uso en la corte de los Medici para conseguir un torso cónico, rígido y estilizado para las damas de la aristocracia y la nobleza. Estos primeros corsés se hacían en su totalidad en metal, eran totalmente rígidos y por tanto limitaban la movilidad.
En el siglo XVII en las Cortes europeas, en un contexto de lujo absolutista y de ostentación barroca, el torso cónico anterior se modifica para conseguir estrechar la cintura y alzar el busto, además de realzar las caderas que se exageran poniéndose alrededor de ellas una rosca de algodón que ahuecaba más las faldas. Los cuerpos o corsés se hacen entonces rígidos mediante una serie de ballenas o varillas de metal o madera, aunque también de hueso, insertas en la pieza de tela.
Es ahora cuando se comienza a popularizar su uso también entre la burguesía, para ceñirse al ideal estético de la figura de la época. Alrededor de los doce o trece años de edad las niñas de familias adineradas se iniciaban en el uso de esta prenda, que seguirían usando hasta el final de su vida ininterrumpidamente.
A medida que avanza el siglo XVII y el XVIII según va cambiando la silueta del vestido femenino, su forma se va adaptando, construyéndose patrones cada vez más intrincados y sofisticados, ya que su propósito era modificar la anatomía a merced de la moda de la época. Además, se jugaba con la ornamentación y los tejidos, dependiendo del estatus social, aderezados con cintas y encajes.