La elección de las materias primas es fundamental para la elaboración de complementos y accesorios medievales de máxima calidad, en este caso artículos de cuero auténtico de animales como la cabra y el cordero en color natural, sin tintes.
También se pueden usar como alfombra o como decoración. El uso de las pieles es una de las tecnologías más antiguas conocidas, remontándose a la prehistoria y, probablemente, la forma más antigua de elaboración de indumentaria.
El uso del cuero y las pieles de animales en la Edad Media era para protegerse de las bajas temperaturas; la manufactura del calzado llegó a tener gran importancia en la Alta Edad Media. A finales del siglo VIII, el uso de las pieles está ya universalmente extendido por todo el mundo medieval cristiano. Carlomagno, en cualquier ocasión solemne aparecía en público cubierto de pieles. Los nobles germánicos y mediterráneos importan desde el Cáucaso pieles de armiño que eran consideradas de lujo.
En el siglo X comienzan a llegar a Europa las primeras pieles procedentes de Siberia, que eran pieles caras y al alcance sólo de los más poderosos. Para el año 1000, la moda de las pieles se ha impuesto en todo el Occidente cristiano incluyendo, con sus lógicas variantes, a la Península Ibérica, así como en el mundo árabe del Oriente Próximo, norte de Africa y España musulmana. Los campesinos usaban las pieles tradicionales: conejo, ardilla, cordero, cabra, liebre, etc.
La Península Ibérica desde entonces ha mantenido una relación privilegiada con la piel de los animales, con las técnicas para el curtido y la conservación del cuero. Durante la época de esplendor del califato, Córdoba se convierte en una de las ciudades más importantes de Europa.
Los historiadores árabes han dejado constancia de que en el siglo X había en la Península Ibérica una enorme cantidad de talleres, que ocupaban a unos 13.000 tejedores, además de un número indeterminado de armeros y cordobaneros -curtidores de piel de cabra-, cuyo trabajo mereció gran renombre.
La comunidad judía de la Península Ibérica estuvo desde siempre relacionada con la industria de la piel en todas sus facetas: tenerías y curtidurías, indumentaria, artes del libro y comercio. Probablemente, la aportación de los judíos en este campo artesanal debió ser muy grande.
Árabes y judíos trabajaron conjuntamente el cuero en Al Andalus, alcanzando en algunas ciudades -Córdoba y Granada- un extraordinario refinamiento.
La industria de la piel se diversificó en gran medida, y dio lugar no sólo a objetos de consumo habitual, sino también a otros destinados al lujo, como los cordobanes y guadamecíes -cuero adobado y adornado con dibujos- primorosamente labrados, cajas, arcas, baúles, maletas, sillas de montar, sillas para sentarse, guarniciones, cojines, manteles, alfombras, literas, tapizados de muros, retablos y encuadernación suntuaria.
Entre los objetos de uso habitual, la marroquinería medieval confeccionaba en cuero bolsos, brazaletes, calzado, cinturones, guantes, polainas, sombreros y gorros, tahalís, vainas para las espadas, etc.
VER INDUMENTARIA MEDIEVAL DE PIEL NATURAL