Un cañón de artillería usa explosivos para disparar un proyectil y varía en calibre, alcance, movilidad, cadencia de tiro, ángulo de disparo, y potencia de fuego, combinando y equilibrando esos atributos en distintos grados, dependiendo del uso que se le pretende dar en el campo de batalla.
Usado por primera vez en China, el cañón se encuentra entre las primeras formas de artillería de pólvora. El primer cañón de mano apareció durante la Batalla de Ain Yalut de 1260 entre los mamelucos y los mongoles en Oriente Medio. El primer cañón en Europa fue usado probablemente en la Península Ibérica, durante la Reconquista, en el siglo XIII, y el cañón inglés fue desplegado por primera vez en la Guerra de los Cien Años, en la Batalla de Crécy, en 1346.
Fue durante la Edad Media, cuando el cañón se convirtió en estándar y más efectivo en las funciones de arma contra infantería y de asedio. Después de la Edad Media los cañones más grandes fueron abandonados en favor de un mayor número de piezas más ligeras y maniobrables.
Una ametralladora es un arma de fuego diseñada para disparar una gran cantidad de balas a partir de un cargador o una cinta de municiones. La idea de un arma de fuego que disparara de forma repetitiva hunde sus raíces en la primera generación de armas de fuego maduras, a comienzos del siglo XVI.
Sin embargo, habrá que esperar hasta la mejora de la metalurgia para que surgieran los primeros modelos de fuego repetitivo con las Mitrailleuse francesas, armas de apoyo construidas a partir de la superposición de cañones de calibre de fusil que se cargaban por retrocarga y que se podían disparar en sucesión, sembrando de metralla el arco de fuego del arma.
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