Los relojes de sol o relojes solares más antiguos son los de los egipcios, en el siglo XV a.C. Se trata de los obeliscos. Utilizaban la altura del sol para conocer el tiempo. La división del día en 24 horas y del año en 365 días, se lo debemos a los antiguos egipcios.
Posteriormente los romanos hicieron relojes más elaborados, porque se basaron en los modelos encontrados a lo largo de sus conquistas.
En la Edad Media los relojes solares se difunden por Europa, en el año 529 d.C. con la fundación de la orden de los benedictinos en Italia, ya que los monasterios se convierten en centros de cultura, tanto intelectual, religiosa como económica. Aparecen relojes de sol en las fachadas de las iglesias y catedrales, a comienzos del siglo VIII, sobre todo en el sur de Inglaterra.
Un gran experto en relojes de sol fue el monje sajón Beda (673-735), llamado “El Venerable” por su erudición. Escribió libros sobre la construcción de relojes de sol como ” De Natura Rerum” y ” Libellus mensurae horologii”.
En España, el Rey de Castilla y León Alfonso X «El Sabio» (1224-1284) reúne en la ciudad de Toledo un numeroso grupo de astrónomos cristianos, griegos, hebreos y árabes, lo cual permitió un avance de la gnomónica en Europa.
La gnomónica hace parte de la astronomía, de la matemática y de la tecnología. Es el estudio de la medida del tiempo utilizando relojes solares que eran los instrumentos más empleados para medir el tiempo, junto con clepsidras o relojes de arena y de fuego.
La aparición del reloj mecánico hizo que la gnómica fuera decayendo.
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